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Transhumanismo, la nueva fuente para acentuar la desigualdad


La inserción de nanotecnología en el modelo de desarrollo transhumanista podría acentuar la desigualdad social.

por: Redacción Paréntesis Redacción Paréntesis

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Ray Kurzweil, director de desarrollo de Inteligencia Artificial en Google, es considerado uno de los principales futurólogos de nuestra época. Kurzweil ha anticipado que las computadoras podrían vencer a los seres humanos en ajedrez, predijo también el surgimiento de Internet, la llegada de supercomputadoras y la nanotecnología. Se considera que ha predicho más de 200 avances tecnológicos y que su porcentaje de efectividad es del 86 por ciento.

 

Siendo que es uno de los principales voceros del transhumanismo –la incorporación de la tecnología al cuerpo humano para aumentar nuestras capacidades–, una de las principales predicciones de Kurzweil es que en los siguientes años podremos aumentar nuestra inteligencia de manera exponencial gracias al uso de nanotecnología.

 

Según expuso en una conferencia reciente, si nuestro nivel de desarrollo informático sigue al mismo ritmo es casi seguro que podremos dar un salto evolutivo en la inteligencia humana. Kurzweil argumenta que hoy en día los teléfonos que usamos son miles de millones de veces más avanzados que la primera computadora que usó en MIT hace 30 años, y 100 mil veces más pequeños. Si seguimos así, en los siguientes 25 años las computadoras serán mil millones de veces más poderosas y serán 100 mil veces más pequeñas, del tamaño de células sanguíneas, el tamaño perfecto para que sea insertadas al cuerpo.

 

"Esto nos permitirá conectar nuestro córtex cerebral a la nube", dice Kurzweil, quien, aunque sin duda es brillante, tiene intereses de por medio para promover el transhumanismo y el supuesto evento definitivo llamado la Singularidad. Esto es básicamente la creación de cíborgs o seres humanos hiperinteligentes integrados a máquinas. Kurzweil es muy optimista y parte de la premisa de que la conciencia humana tiene una base meramente material. Podemos poner esto en duda, pero suponiendo que Kurzweil acaba teniendo razón y realmente podemos volvernos hiperinteligentes gracias a la tecnología, surge una pregunta ética fundamental: ¿Quiénes serán los humanos hiperinteligentes? ¿Se distribuirá la riqueza cognitiva equitativamente?

 

Entrevistado por John Koetsier de Venture Beat, Kurzweil desestimó esta cuestión, diciendo que de la misma manera que hoy en día una niña en África con un teléfono celular tiene acceso a toda la inteligencia del planeta en línea, algo similar ocurrirá con la hiperinteligencia del futuro, la cual podrá accederse libre y democráticamente bajo ciertos estándares.

 

Koetsier pone seriamente en duda esta noción. Un ejemplo sencillo es comparar el nuevo iPhone con un teléfono de 20 dólares que puede tener una niña africana; este teléfono no es tan "inteligente" como el nuevo iPhone y no puede almacenar la misma cantidad de datos ni procesar información a la misma velocidad. Si la línea entre los aparatos externos y nuestros cerebros se desdibuja, una mejor tecnología –seguramente será más cara–, podría ser equivalente a una inteligencia superior. "Y en 2030, si yo puedo costear un aumento cerebral de 50x y los plutócratas pueden costear aumentar su cerebro 1000x, los pobres solo podrán costear unos 5x o 10x", dice Koestier. Sus declaraciones alzan serias cuestiones éticas, ya que la brecha de inteligencia podría usarse para mantener permanentemente la brecha económica en una tendencia oscura. Alguien podría argumentar que la verdadera inteligencia es, por definición, compasiva y ética, pero esto no es lo mismo que el poder de procesamiento del que habla Kurzweil, quien quizás tiene una visión del ser humano más parecida a un supercíborg que un superhombre.

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