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Destiny 2, ¿es tan bueno como esperábamos?


Uno de los juegos favoritos de esta generación estrena una secuela sin prácticamente conexión entre uno y otro. ¿Eso es bueno o malo?

por: Allan Vélez Allan Vélez

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A juzgar por la nula conexión entre Destiny y Destiny 2, podría decir que el elemento más distintivo de esta secuela es ese enorme dos al centro de la portada. Y es que la conexión entre ambos títulos prácticamente se limita a una presentación con ilustraciones que me recordaron que esas 200 horas de juego que puse a Destiny a lo largo de tres años prácticamente se fueron al olvido, y a que a grandes rasgos la estructura del juego es exactamente la misma. Y es que en Destiny 2 todos los jugadores inician desde cero gracias a un argumento narrativo medianamente sostenible. Pero bueno, como Destiny es un juego donde adultos-rata se reúnen por las noches a contarse sus problemas mientras mantienen a raya una invasión marciana a la última ciudad terrestre para celebrar con bailes ridículos, para mi la narrativa pasa a segundo tema.

 

Pero, este borrón y cuenta nueva no es del todo malo, principalmente porque pone en igualdad de condiciones a todos los jugadores, novatos o veteranos. En realidad a mi me va y me viene porque nunca fui un jugador constante –ninguno de mis monos llegó a 400 de luz–, y hasta donde sé a ninguno de mis amigos-rata tampoco les molestó despedirse de sus Gjallarhorn, Espino o Suros Regime, entre otras.

 

Call of Destiny

Pero, paradójicamente, creo que el mayor cambio que Bungie hizo a Destiny está en su narrativa. Por primera vez en tres años siendo un jugador más o menos recurrente fui capaz de identificar plenamente a Zavala, Cayde-6 e Ikora, tres de los personajes claves en la historia del juego. Hasta sentí el drama de la misión introductoria, donde a los guardianes –así se llaman los avatares que usas en Destiny– les pasó lo que a la Seduvi y se enteraron que eran invadidos cuando, prácticamente, tenían una nave enemiga en sus narices. Y no es que las misiones que componen la campaña –cuya duración es de aproximadamente 10 horas– sean tan memorables como Half-Life 2, sino que simplemente es notorio que el guión tiene mayor esmero en ser dramático y mostrar momentos cinematográficos. Es como si la campaña fuera un calco de esos momentos OMG –que deberíamos adaptar al español mexicano como ALV– de las campañas de Call of Duty. Ya sabes cuáles.

 

Pero, lástima que el mayor atractivo de Destiny 2 esté lejos de ser su campaña, sino más bien todas esas tareas que se liberan una vez concluida la campaña, como los Asaltos, misiones cooperativas para tres jugadores donde se obtiene equipamiento de mejor calidad, y las Incursiones, misiones para seis jugadores que requieren de mucha coordinación. Y claro, también está El Crisol –mi apartado favorito–, donde tristemente está el cambio más importante a la estructura de juego: los enfrentamientos pasaron de equipos de seis vs. seis a cuatro vs. cuatro. Y no soy el único jugador que considera que esta decisión es un retroceso. Echo de menos el crisol para 12 jugadores, entre otras cosas porque me parecía que así la acción era mucho más dinámica, vaya, ¿por qué admitir seis jugadores para una Incursión pero solo cuatro para un enfrentamiento en Control? El cambio podría justificarse si las animaciones se ejecutaran a 60 cuadros por segundo, ¡pero ni eso! ¡ni siquiera en PS4 Pro! Vaya, Call of Duty –también de Activision– ofrece multijugador a 60 cuadros para 12 jugadores.

 

Sin embargo, no todo son quejas. Después de varios ensayos prueba-error a lo largo de cuatro expansiones, finalmente Bungie logró establecer una estructura sólida. Si eres completamente nuevo en Destiny, debes saber que el objetivo del juego a grandes rasgos es mejorar a tu personaje con armamento más potente y equipamiento de mejor calidad. La suma de estos artículos eleva tu nivel de potencia –luz en Destiny–, que durante la primera etapa de Destiny 2 tiene un tope de 300. Completar la campaña otorga cierto equipamiento útil, pero es en actividades posteriores –lo que suelen llamar endgame– donde se obtiene el mejor equipo.

 

En este sentido, hay algunos cambios. Quizá el primero que notarán los jugadores habituales es que los Asaltos, misiones en las que se obtiene equipamiento legendario y exótico, ya no están sujetos a la campaña y que en su modalidad Ocaso (un aumento considerable en la dificultad) tienen un límite de tiempo de 10 minutos que los hace mucho más emocionantes. Los jefes de estas misiones también sufrieron cambios, pues ahora los enfrentamientos se realizan por etapas, esto los hace mucho más dinámicos.

 

Otro cambio positivo pasa por la interfaz. Recuerdo que al jugar Destiny tardé mucho tiempo en comprender cuál era el papel de cada uno de los personajes que habitaban La Torre, hoy La Aldea, la central donde mejorabas tu equipo o recibías nuevas misiones. Destiny 2 es mucho más intuitivo y son notorios los tutoriales que muestran para qué es exactamente cada cosa.

 

Ya visité este planeta

Destiny 2 es un juego entretenido, probablemente la experiencia más cercana en consolas a un multijugador masivo. Sus bases y su estructura son sólidas, pero me parece que la estructura del juego sigue intacta. Lástima que el multijugador sí cambió, y creo que para mal; los enfrentamientos de cuatro vs. cuatro se sienten mucho menos frenéticos que en Destiny, aun cuando los nuevos modos de juego como Cuenta regresiva le dan un enfoque mucho más estratégico.

 

Los jugadores que se engancharon desde la primera versión quedarán satisfechos. Todo lo que amaron del primer juego está en el segundo. Y los que sienten curiosidad encontrarán un juego sólido con mucha, mucha rejugabilidad. Lástima que tres años después del lanzamiento del juego original, Destiny 2 se sienta como las iteraciones anuales de títulos como Call of Duty.

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